Esclavitud antes de las Américas.




Rompiendo el mito en el que muchos creen que la esclavitud en América comenzó con la llegada de los conquistadores, les tengo a ellos una sorpresa nada popular pero sorprendente. Ya los indios habían dado un paso de avanzada en la esclavitud. En Darién, punto donde los españoles asentaron su primera colonia, vieron que algunos padres vendían a sus hijos. Diversas tribus esclavizaban a sus prisioneros de guerra y los marcaban en la frente con instrumentos calientes o les arrancaban un diente para distinguirlos. Grandes mercados y plazas servían para el canje entre los mismos nativos, en el que no tardaron en entrar los conquistadores que cambiando cualquier baratija insignificante compraban varios esclavos para servirse de ellos. Muchos caciques que caían en mano de los conquistadores por desobediencia, lograban comprar su libertad dando a cambio esclavos suyos: hombres, mujeres y niños. Indios procedentes de otras regiones, subían por el río en sus canoas que pasaba por delante de la casa del cacique Comogre y ha cambio de oro que le ofrecían, él les daba ropa de algodón, y esclavos indios e indias hermosas. Tribus de la provincia de Nicaragua comercializaban a sus esclavos al estilo de los antiguos germanos, jugando a la suerte. Se impuso la esclavitud por diferentes delitos. Quien forzaba a una virgen sin ella desearlo, era esclavizado; al ladron que urtaba algo de valor, se le cortaba el cabello hasta que no pagara su deuda. Y peor suerte sufrían aquellos esclavos que era sorprendido en la cama durmiendo con la hija de su amo, porque era enterrado vivo, junto con ella. Los indios de las Hibueras o de Honduras, tuvieron esclavos adquiridos por las guerras, a veces para sacrificarlo a sus dioses o emplearlos en otras faenas. A los enemigos que se resistían, en vez de esclavizarlos, los dejaban caer desde un precipicio para que no hicieran más daño.
Ningún castigo se le imponía al que mataba a un esclavo. Esto prueba los pocos derechos que tenían. En diciembre de 1526, Diego López de Salcedo escribió al gobierno desde la villa de San Trujillo, en Honduras: “…ellos mismos han venido donde los españoles, confesándoles ser esclavos de su propia nación.”
Esclavitud sufría la mujer y los hijos del traidor o vasallo que huía de su amo. Los indios enemigos que atrapaban en territorio ajeno, casando o pescando fuera de sus linderos, los condenaban a muerte, pero casi siempre los hacían esclavos. Un castellano extraviado en una expedición en las tierras de Venezuela, cuyo nombre era Francisco Martín, fue atrapado por los nativos y vendido a otros por un águila de oro. Esclavos hubo en la tierra de Nueva Granada, compraban niños y cuando se acercaban a la edad viril los sacrificaban a sus dioses, pero si llegaban a tocar a una mujer, ya no los mataban, porque lo consideraban víctima impura para morir inmolada al sol. Cuando los españoles recorrieron el valle de Bogotá en 1536, descubrieron una nación formada solamente por mujeres, a las que dieron el nombre de amazonas. Comparaban esclavos hombres para tener hijos. Si daba a luz un varón, lo despedían junto con su padre, y si era hembra, la criaban junto a ellas para aumentar el número de su nación. No se cree mucho en esta historia, pero está recogida en los más antiguos libros de Oviedo. Torquemada cuenta de hombres que vendían a niños como si fuesen hijos propios y que al ser atrapados, se les quitaba todos sus bienes y daban en partes iguales una al niño secuestrado y otra al comprador para saldar el precio estafado. Hombres y mujeres holgazanes solían venderse a otras personas para continuar por algún tiempo su vida desordenada. Otros, enfermos por el vicio del juego, llegaron a apostar su libertad. La miseria también forzó a muchos indios a perder la libertad. En dos terribles hambrunas que afectaron el reino de Montezuma I y II, vendiéronse los hombres por una pequeña cantidad de maíz. En la primera, ocurrida en 1452, viendo aquel monarca que era imposible socorrer a sus vasallos y que apenas podían sostenerse por 3 o 4 días, mandó que ningún hombre pudiera venderse por menos de 500 mazorcas de maíz ni mujer por menos de 400. Otras familias empleaban el modo antiguo, vendiendo uno de sus hijos y repartiendo el dinero en partes iguales a cada uno de sus miembros, obligándolos a reponer el precio de su libertad más adelante o cuando muriese. También hubo pícaros que se vendían una y dos veces a distintas personas. ¡Vaya gente!
Así se rompe con palabras ese gran mito de la esclavitud en América. Ya puedes contar algo nuevo que las creencias populares olvidan o cuando la gente hace uso del cliché para reconocer la parte de la historia que les conviene.

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