"Martí en México" por Kerala

De México se habla hoy, noticias violentas nos hablan de México. Según un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos hay un promedio de 54 inmigrantes indocumentados, secuestrados al día.
En la escuela, los niños asumen con naturalidad vocablos como secuestro, tortura, decapitados, violación y la niña que vive en mí, recuerda…
Hablé con México a través de las palabras del Poeta. Cuando uno lee a Martí, no importa la edad del encuentro, su verbo se encarga de enlazar. La Edad de Oro me describió el mundo y yo pensé que algún día la niña que fui, podría ir por esas calles y por esas pasiones mencionadas.
“Tenochtitlán no existe. No existe Tulán, la ciudad de la gran feria. No existe Texcoco, el pueblo de los palacios. Los indios de ahora, al pasar por delante de las ruinas bajan la cabeza, mueven los labios como si dijesen algo y mientras las ruinas no les quedan atrás, no se ponen el sombrero”.
En México muere Ana, unos dicen que a la joven hermana de Martí debió afectarle el corazón, la altura de la Ciudad. Otros, aseguran que murió de tuberculosis, pero la familia no tenía recursos para enterrarla y su descanso estaba condenado a la fosa común. El padre, envejecido intentaba como sastre, sacar adelante a la familia, pero no alcanzaba. Entonces Manuel Mercado les ayuda y le sede uno de sus terrenos. La nobleza mexicana encuentra en este gesto su resplandor. No sería el único, por lo que Martí conmovido y vital describe cada asombro:
“Como sale un suspiro de los labios de los desdichados, así se me sale de México a cada instante del pensamiento y de la pluma”.
 Alusiones como esta abundan en el epistolario martiano.
El poeta aceptó a México en su corazón y México lo acogió con respeto, con buen juicio. En mayo de 1875 comienza a escribir para La Revista Universal y su visión de la cultura, la sociedad y la política mexicana se expone en disímiles temas, donde destacan su visión del indio, la falsedad de los ediles, el trabajo devastador y los obreros, los gobiernos y la inminente revolución:
“¿Por qué ha de acudirse a medios que manchan con sangre, cuando no se han empleado los medios que ilustran con el derecho? ¿Por qué ha de venir la revolución que mata hombres, cuando no se ha empleado la revolución que brota ideas? ¿Así serían acreedores a reconocimiento de la patria los que en su primera era de paz la detienen, la ensangrientan y la perturban?”
Vive en México y se duele por la realidad de su gente. Algunos encontronazos con otros periodistas le valen juicios para empañarle, pero él no es agresivo, ni lisonjero, se comporta como un hijo más de este país. Y se le respeta.
Cuando en el Federalista del 16 de diciembre, contesta a quienes lo llaman Extranjero y le acusan por opinar sin reparos en la política nacional, José Martí escribe, con la dignidad de quien se reconoce:
¿Por qué escribes? Valdría tanto como preguntarme por qué pienso (…) rompe las leyes naturales el que impida al pensamiento su expresión (…) ¿Qué trae este extranjero a la mesa donde jamás probó manjar? Trae la indignación, la gran potencia, trae una fuerza íntima que ni se busca vías, ni se prepara lechos, ni hurones conveniencias, ni razona: Los mendigos le comparan a sí mismos; los honrados le abrazan con cariño; al mendigo, un mendrugo de desdenes; al honrado, el abrigo del amor”.
Y más adelante agrega:
“A México debo todo esto. Aquí fui amado y levantado; y yo quiero cuidar mucho mis derechos a la consoladora estima de los hombres”.
Cuando las noticias asustan a la inocente que fui. Cuando tengo que enfrentar a los niños y ver cómo se les enloda la boca al pronunciar palabras de horror. Cuando recuerdo cada hogar, cada persona que a lo largo de mi vida, en este país, ha tendido su mano, noble. Cuando releo varias cartas de Martí, me pregunto: ¿Hasta cuándo podrá quedar impune tanta vileza? ¿Cuándo regresará la fuerza comunitaria que borre el mal social, en México? ¿Son pocas las voces que claman por sus hijos? No lo son. Vuélvase México grande, como en la pluma del Apóstol se eternizó.
“No es mexicano, decían todos, y tenían razón. Aunque hayan nacido en México, los que se han puesto error voluntario en el pensamiento y lodo en la pluma, no son mexicanos. He ahí los verdaderos extranjeros; los extranjeros al decoro; los que en vez de prestar a su patria el apoyo útil de un hombre honrado, desconceptúan y desprestigian la tierra en que nacieron.”

Detalle del cuadro “Sueño de una tarde dominical en la Alameda” del pintor mexicano Diego Rivera donde representa la historia de México y aparecen figuras representativas de la época, entre ellas José Martí junto a Frida Kahlo.
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