La
escuela al campo es un período famoso en la vida de todos los cubanos que
arrastra una gran polémica. Sucede entre los 11 y 14 años de edad, cuando las
clases en el nivel secundario se interrumpen y los estudiantes son enviados a
granjas, cosechas de café en las montañas o extensos terrenos donde cortar caña
de azúcar o recolectar hortalizas y vegetales. Muchos padres buscan los medios
para evitar que sus hijos asistan a estos campos de trabajo. Unos lo consiguen
ayudándose de certificados médicos, creando enfermedades que legalmente les
impide a sus hijos realizar trabajos a la intemperie. Sin embargo, el sistema
se encarga más tarde, de colocar a los estudiantes al final de una lista como
castigo cuando llegue el momento de escoger una carrera universitaria. La
“escuela al campo” pretende encubrir el verdadero sentido de la practica,
cuando en realidad se trata de “campos de trabajo” al que se suman maestros y
profesores. Un grupo de cubanos ya adultos recuerda esta etapa como un momento
de independencia, libertad y nuevas experiencias lejos del alcance de sus
padres; pero otro grupo, reconoce la “escuela al campo” como un abominable
medio de explotación infantil.
Los
casos de accidentes, lesiones y hasta muertes que han ocurrido durante esta
etapa son numerosos, pero no recogidos en ninguna estadística. No existe un
record para conocer los efectos de estas tareas escolares en el campo, también
se desconoce los beneficios ni prejuicios reales que trae como consecuencia.
Durante mi etapa en la
escuela al campo, tuve disímiles vivencias, unas alegres y otras humillantes.
Fui testigo de accidentes casuales y otros evitables. Una compañera de clase sufrió
un accidente que la privó de un dedo mientras recogía café en las montañas. El
más grave incidente tuvo lugar un año después, en 1998, cuando la carreta que
transportaba doce niños se volteó en el camino que conecta a los municipios Lajas
y Cruces de la provincia de Cienfuegos. Los llevaban a cortar caña de azúcar,
provistos cada uno con una mocha afilada, cuando la carreta se volteó debido a
un fallo de mantenimiento. Las lesiones fueron desde fracturas hasta cortes de
piel, ninguna muerte que lamentar por suerte. ¿Quién es responsable? Una
pregunta que siempre quedará en el aire. Lo claro es que la sociedad cubana
vive un atraso en cuanto a materia de derechos universales. Si tan difícil es
reconocer el derecho a la libre expresión, mucho más complicado resulta
respetar los derechos de los niños.
Foto tomada en el blog: De amor y guerra, Fermina
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