Hace
muchos años, nadie vivo recuerda, los matrimonios unían países, detenía las
guerras o fortalecía vínculos políticos. El amor no tenía
absoluto valor y la elección, para cualquier princesa, era impensable. Los
padres elegían al esposo midiendo su fortuna y poder. A las princesas se las
educaba para ese momento.
Disney y
los estudios Pixar sacan de aquí la historia de Merida, una jovencita valiente
cuyos padres han fijado su destino, aunque ella no lo quiera. Pero su tozudez
en aras de ser libre y no someterse a los deseos de su madre, la llevan a tomar
una grave decisión. La trama se desarrolla en la mítica Escocia, con una fuerte
base en los cuentos de Hans Christian Anderson y los Hermanos Grimm con lo que
podemos catalogarla como una película de cuentos de hadas.
Hay que notar también que no es una película
en 3D. Quien la haya visto su proyección convencional no se ha perdido nada
extraordinario.
Algo violenta,
por las repetidas escenas de golpes, brincos, choques y caídas, aunque la dirección
artística quiere recrear esa vida nómada y ruda de la época. Las escenas de
humor están en manos de los tres hermanos de Merida, unos traviesos chiquillos
que conocen cada rendija del castillo para hacer de sus maldades. Por lo demás
hay que esperar, a veces el tiempo es el mejor aliado de las obras que en un
principio no tienen buena acogida. Al final, como siempre, los niños dirán.
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