Charles Dickens y Cuento de Navidad en Los Fantasmas de Scrooge, fuimos a verla con las diablitas. Cinco y tres años expuestos a una historia oscura, que pensamos iba a ser un lujo en estas fechas. Ver al pesado, el tacaño, el indiferente viejo cascarrabias, cambiando su mal humor de puertas a la Navidad y es que en los cortos este señor volando con un remedo de Gasparín se veía irresistible, pero no.
Primero, los personajes feos, muy feos, con exceso de exposición en muelas careadas, dientes sucios y chuecos y pieles repugnantes. Otros gordos, desgreñados o desdentados hacían sentir a las niñas muy incómodas. Alguien me había dicho: También es para niños, ve. Y recordamos El expreso Polar, dijimos: Esto está garantizado. Pero no…
Cuando empezó el desfile de fantasmas la pequeña se tapaba los ojos, se encogía en el asiento y repetía: ¡Me quiero ir!
Cuando el antiguo socio de Scrooge, bien muerto, muy fantasma, se aparece cargando cadenas y moviendo su quijada asquerosa, la que se quería ir era yo. Pero se puso peor, porque desde una ventana Scrooge espía hacia la calle nevada y un desfile casi extraído de La Divina Comedia ensombreció más la pantalla, horrible.
Pueden ir a verla y juzgar en mi contra, pero la película se regodea en la constancia del mal, en las visiones oníricas, bien remisoras hacia las pesadillas infantiles o de esas que sueñas mil veces y no se pueden despegar aunque ya alcances el timbre de la puerta, se extiende y de vez en cuando algún detalle chusco brevísimo, lograba una sonrisa de mi diablilla mayor. La pequeña en pleno susto se quedó dormida, para calmarme porque con aquellas imágenes el terror nocturno vendría con toda seguridad. No exagero, vaya a verla, la 3D le llevará al recuerdo de algunos insomnios incluso en la adolescencia.
La parte feliz, la moraleja, la enseñanza, lo mejor se desarrolla inexplicablemente en pocos minutos, lo cual te lleva al desenlace y cosa rara, uno siente el deseo de que se prendan las luces y se borre de la retina aquella espantosa dentadura del señor Scrooge para dar paso a una sonrisa en pantalla que de tan breve, ni me la creí.
No dudo que se convierta en un clásico de Navidades por venir. Hoy en día se rinde pleitesía a la oscuridad, al morbo. Vale la pena la presencia vocal de Jim Carey, tan bien copiado en pantalla que uno cree verlo encarnado en el viejo Ebenezer.
Me atrevo a citar al Maestro porque de toda obra fatua, puede el hombre extraer savia y bueno, en realidad el mérito es de Dickens, vale la pena en tiempos del Ego, volverse un poco a los demás:
“Un hombre que actúa con franqueza, piensa audazmente, desdeña los prejuicios de los demás, y que obedece fielmente a los dictados de su conciencia, está siempre seguro de ser honrado y respetado en el futuro, cuando los fantasmas de los servidores de vulgares prejuicios son olvidados”. “Fromentin”, The Hour, Nueva York, 10 de abril de 1880, t.15, p.320
Comentarios