La resurrección de los barcos


Hubo un tiempo en que la tierra era plana y la luna, el sol, las estrellas todas giraban alrededor nuestro. La tierra no caía al abismo, porque la sostenían grandes elefantes que a su vez, viajaban encima de una tortuga. Hubo un tiempo en que la tierra era plana y todo aquel que se aventurara a explorar los límites conocidos, le aguardaba enfrentar el misterioso abismo donde terminaba el mundo. Del África se conocía muy poco, porque el único mar navegable era el Mediterráneo. Nadie se atrevía llegar hasta la línea que marca el Ecuador, porque allí, según los marineros, las aguas comenzaban a arder y las embarcaciones se incendiaban devorando a la tripulación en un brazo de fuego. El espíritu de la navegación yacía muerto. Hasta que la hazaña de Cristóbal Colón encendió el fervor de la aventura  "...en el término de 3 decenios descubren los centenares de pequeñas embarcaciones que parten de Cádiz, Palos y Lisboa, más mundo desconocido, que antes la humanidad entera en todos los diez y cien mil años de su historia" dice Stefan Zweig en su libro Fernándo de Magallanes. Y así, en esa resurrección de los barcos, se fueron abajo las antiguas creencia de vivir en un mundo plano. Y los mapas que apenas salían de las manos de los cartógrafos, ya tenían que ser corregidos nuevamente o rehechos en su totalidad, por ser el mundo tan nuevo para los hombres. 

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