"La Bella Otero" por Kerala




“Un baile es incendio del alma”(1) escribía José Martí, años antes de conocer a la mujer que sirviera de inspiración para “La Bailarina Española”.
La “Bella Otero” cuyo nombre real era Agustina, pero se hacía llamar Carolina y aunque nació en Galicia, en Pontevedra mantuvo siempre ser andaluza. En fin, un personaje particular de belleza impactante para la época o más bien una rareza escandalosa, de vida libertina, pasado oscuro y baile mezclado de flamenco, fandangos y danzas exóticas había cosechado amores y éxitos en Paris y se presentaba en el teatro Eden Musee, en Nueva York.
Martí rechaza la visita al teatro porque a la entrada a modo de invitación para la comunidad de hispanos se abre una bandera española y él que ha dicho…
“A España se la puede amar y los mismos que sentimos todavía sus latigazos sobre el hígado la queremos bien…” (2)
Pero se resiste a la ostentación de los empresarios, el poder de la bandera usurpadora, ondeando y cuando la retiran entonces decide asistir:
Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera
No sé, yo no puedo entrar.
La bailarina bastaba para incendiar la expectación, con las mismas habilidades como pisoteaba corazones de pintores, zares y príncipes. Y el poeta reconoce la belleza y la fuerza desbordante en el tablado:
Ya llega la bailarina
Soberbia y pálida llega
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal ¡es divina!
Y en la admiración el hombre cae cautivo: La belleza, por sí misma, es un placer. Hallamos algo bello y hallamos algo de nosotros mismos (3)
Cuando se lee el poema su ritmo in crescendo despierta en nuestros sentidos el frenesí de la danza:
El cuerpo cede y ondea
La boca abierta provoca
Es una rosa la boca
Lentamente taconea.
Parece danzar con ella en la misma soledad, en el mismo destierro de quienes vagaban presos de sí mismos. Ella en una vida sin sentido, decían que odiaba a los hombres y jamás entregaba su corazón. Arrinconada en su propia debilidad: el juego. El, entregado a un ideal, sacrificando su juventud, desterrado, marcando empleos en los periódicos, acompañado pero solo.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo
Súbito de un salto arranca:

Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.

José Martí eternizó con estos versos a la Bella Otero, no importa si eres joven o viejo, si conoces su obra o no, lo importante es apreciarla a través de las palabras escritas por el poeta quien mira como visionario la muerte de esta belleza, sola y en la pobreza, 97 años de vida, seguramente mascullando sus glorias pasadas, ajena a la inmortalidad que le deparaban los versos martianos:
Recoge de un débil giro
El manto de flecos rojos
Se va cerrando los ojos
Se va como en un suspiro (4)





Eden Musee




(1)Carta de Nueva York, La opinión Nacional, Caracas. 18 de febrero de 1882. T.9 p.246
(2)Rafael Pombo t.7, p.405.
(3)”Hasta el cielo”, Revista Universal, México, 15 de enero de 1876, T.6. p. 424
(4)Versos Sencillos. (1891)



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