Alicia se pregunta: ¿No debería tener sueños diferentes? Con toda seguridad, una chica de 19 años debe pensar distinto, al menos eso argumentan los cánones sociales: comprometerse, casarse, bailar monótonas danzas y soportar, impávida, la absoluta indiferencia de su marido. Soñar es un brevísimo chispazo de luz.
Pero, la joven Alicia de Tim Burton todavía persigue al Conejo Blanco, crece llena de interrogantes, pero mantiene la inocencia.
Se escriben críticas sobre la oscuridad de la propuesta del director y pregunto a las dos niñas de mi casa, sobre lo que no alcanzo a ver. Ellas de ojos inmensos alaban, frente a la gran pantalla, resumen: ¡Emocionante!
En días de claudicación, de abandono de sueños, Alicia se angustia ante la versión marcada por el oráculo: ¿Cómo puede enfrentarse desde su fragilidad a un horrendo dragón? ¿Qué puede hacer un gato sonriente con su miedo? Lo único que quiero es despertar de este sueño absurdo, dice Alicia olvidada de su primera visita al universo irreal. Pero ahí la esperan y defienden, un trío de lunáticos: el Sombrerero, la Liebre y el lirón.
“Eras mucho más muchosa”, acusa el Sombrerero. ¿Cuándo se pierde la fuerza de la inocencia? ¿Por qué enterramos la esperanza? ¿Por qué Alicia anda por ahí, entrecejo fruncido mediante su vida y los demás? “Se ha ido tu muchosidad” vuelve el Sombrerero, confiado en su locura, seseando al hablar, creciendo Jonny Deep en la diferencia. Para llegar al castillo de la cabezona Reina Roja, Alicia debe cruzar pisando rostros de ahogados. Puente de muertos sin recuerdos. Debe llegar aunque sus tacones rocen la cara pétrea de la Muerte y ante esa imagen “oscura” de Burton, mi niña pequeña susurró: Alicia ya perdió su miedo.
La Reina Roja ha alimentado un cerebro de maldad: “Es mucho mejor ser temido que amado” Parece ser la tesis de nuestra generación, pero hay Alicias abandonando el miedo, la debilidad de la niña, creciendo sin desviar el contraste de la ingenuidad y la inteligencia. Alicias que fruncen el seño, cuestionan su existencia y trazan caminos personales para cuando llegue el “frabuloso” día de cada cual.
Puedes caminar después del cine cortando cabezas, hiperagrio el semblante, cerebro de Reina Tomate sobre los hombros o asumes la propuesta de Tim Burton y abres los ojos a la metáfora de una imagen vivencial que de por sí va preñada de claroscuros. Un rescate que hace el director con el cual eterniza, en esta película, el legado de Lewis Carroll y lo deja en manos de cada quien:
Alicia: A veces puedo pensar en seis imposibilidades antes de empezar el día…
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