Bolt después de El Show de Truman




¿Te imaginas despertar un día y descubrir que todo a tu alrededor no es más que una triste falsa, que tus padres no son tus padres ni el cielo es el cielo, que tus vecinos, las calles, el cartero que trae la correspondencia, la noche y el día, no son reales? Esa es la historia de Bolt, un perro que se cree un superperro y que se enfrenta cada día a una misión hasta que accidentalmente, descubre que todo ese mundo es un show de televisión. La trama no es nada novedosa, pero aplaudible en su intento de traerla a los niños. Ya El Show de Truman se había levantado con varios premios y conmocionado al público mayor con el tema. No solamente hay un personaje que cree que la televisión es un mundo real, mucha gente también. La televisión se ha convertido en la forma a través de la cual las personas ven el mundo diariamente. Han creado una dependencia de la pequeña pantalla y creen ciegamente todo cuanto le dicen hasta convertirse en una débil marioneta. Bolt tiene un dinamismo muy entretenido, al estilo de los Increíbles, a fin de cuentas es el mismo realizador, pero su principal problema son los escollos que aparecen en el guión y que no tienen una solución muy feliz, fundamentalmente la escena en que Bolt descubre la realidad. Siempre estuve esperando que el perro se viera a sí mismo en uno de esos programas de TV, pero no ocurre. Llega a la verdad por conclusiones, efecto que disminuye la tensión en el público y vuelve facilista la solución de la trama. Era necesario que semejante verdad hubiese tenido un descubrimiento más fuerte, porque cuesta trabajo reconocerla cuando se ha vivido en la mentira. Sigo insistiendo en la abierta e inescrupulosa utilización que esta sucediendo en las películas animadas realizadas en los Estados Unidos. Con el objetivo de divertir tanto a los pequeños como al público adulto, juegan en un sinfín de palabras, trucos y doble sentido que deteriora el contenido. No hablo de mera diversión, porque la película es divertida, sino de llenar con más interés la historia y forzar a los creadores a entregar un producto más valioso que la simplicidad.

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