La belleza en Martí



Dicen que cuando Martí iba a un baile, no buscaba con sus ojos a las mujeres más bellas que gustaran acompañarle a bailar una pieza. Recorría con sus ojos, mirando dónde encontraba pequeñas tristezas a quien nadie sacaba a bailar. Martí era como el pequeño príncipe de Antoine de Saint Exupéry, que tenía ojos para ver lo escencial del ser humano, la belleza verdadera; no la de las perlas, ni de las damas que lucían gemas y joyas para presumir de hermosas, sino a las pobres, que curiosamente se retocaban las mejillas y de forma sencilla lucían su único vestido. Martí disfrutaba bailar con las damas que el resto de las personas veían feas, y gordas o muy delgadas con canillas o nariz de pinocho u orejas de Dumbo, el elefante del cuento, porque la belleza es lugar del corazón. Y allí donde es hermosa y linda, donde luce radiante y cautiva, porque pueden verla hasta los ciegos.
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