"Un adiós a Javier Coronado" por Kerala


Un vestido nuevo el 31, algo diferente. La única blusa nueva es negra, ay, no, que no hay luto ni hay que evocar. Llamada a J, “hace más de dos meses que no te reportas, ya no llamo más a tu casa, porque nunca contestas o no estás”. Hablamos de las vanidades del fin de año y la noticia: Javier falleció.
En la vida hay una puerta falsa. La abre el cuerpo mancuerna ciega de la muerte. Javier no pudo morirse sin hablarme, no pudo irse en diciembre. No pudo hacer verdad esta blusa negra que ahora se viste de sentido. Vivía de contar cuentos. Ganaba poco. Había viajado medio mundo, cuando le hablé de desencantos, me escribió experiencias que empezaban siempre con Había una vez. En este universo de silencios individuales, Javier convocaba a las palabras y dibujaba con las manos: princesas, ogros y libros con voz.
Se abrió la puerta falsa y él se dejó ir. Uno nunca sabe cuando la aldaba se manosea y provoca. Uno se cree eterno y vive la vida a la mitad, pero es un juego del cuerpo, bravuconada de la mente, es Nada.
Pensé abrir el año con otro tono y otra vida, sin embargo uno respira una existencia a la vez, por más que huyas de tu suerte, de la muerte solo te salva cada pedazo de memoria ajena, labrado a pulso.
Javier, mi hija mayor que disfrutó de tus espectáculos en cada cumpleaños, me dijo hoy: ¿Qué malo que el cuentacuentos no pudo ver este nuevo año? Pero sí lo viste, amigo, porque un personaje no se muere, porque una historia de vida no se entierra, porque gente como tú nunca se va…






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