Vonnegut

Murió de una caída que le produjo un daño cerebral irreversible. Tenía 84 años de edad en ese momento. Pensó que iba a morir de alguna enfermedad relacionado con el hábito de fumar, porque fumaba en exceso, sin embargo, el destino le tenía preparada una carta más larga. Los personajes de este escritor, tienen una característica muy rara, son deformes, salvajes, sucios, parecen que atraviesan el infierno por pura voluntad, por el sólo antojo de sentirse tentados en romper la regla.
Existe un alterego de Vonnegut en cada uno de sus personajes. Hijo de padres alemanes, nació en 1922, en Indiana. En 1945 se alistó en el ejército, y poco antes de partir a la Segunda Guerra su madre se suicidó con una sobredosis de somníferos. En el campo de batalla perdió a su batallón y vagó días enteros en soledad. Poco después fue apresado por alemanes y vivió en carne propia el bombardeo de Dresde, uno de los más grandes y destructivos de la historia. 
Los alemanes lo obligaron a trabajar en uno de los sótanos destinados a empaquetar carne. El nombre del sótano es el mismo de uno de sus mejores libros (también uno de los más vendidos): Matadero cinco. Una novela que mezcla la realidad y la ficción con tintes surrealistas.
"Era presidente honorífico de la Asociación Humanista de Estados Unidos", escribió el escritor barcelonés MIQUI OTERO, "pero fumaba Pall Mall sin filtro para suicidarse sutilmente y sin alardes aparatosos; a menudo se fotografiaba con perros. En una de sus novelas más conocidas, describió a un perro labrador al que se le había arrebatado la capacidad de no sufrir: “Sparky no podía menear la cola, decía, porque años atrás lo había atropellado un coche, así que no tenía manera de comunicar a otros perros que era amigable. Tenía que pelear todo el tiempo. Tenía las orejas raídas. Estaba lleno de cicatrices”. A Kurt Vonnegut le dieron un Corazón Púrpura por sus servicios en la Segunda Guerra Mundial, aunque él encajó el honor diciendo que solo tenía “una herida ridículamente insignificante”. Sin embargo, creía que los únicos con derecho a decir algo eran los pájaros: “Si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería solo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan. ¿Y qué dicen los pájaros? Todo lo que se puede decir sobre una matanza; algo así como ‘¿Pío-pío-pi?”. Kurt Vonnegut, con bigote y corazón rojo de Mark Twain, un humanista enfadado con los hombres, vivió esa matanza. El azar, el único motor de la historia, quiso que estuviera encerrado en un matadero cuando los aliados bombardearon Dresde. La ciudad convertida en un paisaje lunar. Le prometió a una amiga que jamás describiría a soldados como Frank Sinatra o John Wayne porque sabía que son los libros y las películas las que vuelven comprensibles brotes tan absurdos como la guerra. Así que escribió Matadero Cinco, con viajeros de cuatro dimensiones que no mueren, saltos temporales, personas vulnerables y el mantra de una frase resignada: “And so it goes”. No quería escribir sobre ello, pero tenía que escribir sobre ello y de la incapacidad para escribir sobre lo que no podía no escribir salió esa y otras novelas. 
El hombre desencantado con las personas que sin embargo trabajó durante años como bombero voluntario en el pequeño pueblo de Alplaus. Si lo invitaban a un simposio sobre el futuro de la novela en la era McLuhan, él prefería hablar sobre cómo “dormir toda una noche en un cine de Nueva York lleno de viejos verdes”. Amaba a los escritores de ciencia ficción y no solo porque él hubiera sido uno de los mejores. Sabía que el humor era la única forma de inteligencia libre de presunción y por eso se reía. Él decía que, tal y como los humanos habíamos dejado el mundo, hecho unos zorros, solo los pájaros podían decir algo; el español Enrique Jardiel Poncela apuntaba que lo único que se podía decir de la vida era lo siguiente: “Miau” (“ante lo atroz, risa; ante la realidad, risa risa. Me río de todo porque todo es risible”). Kurt Vonnegut, con su bigote de esparadrapo y su pelo ensortijado, había llorado más de lo que otros lloran en siete vidas, pero sabía cuál era su elección: “Reír y llorar pueden ser respuestas al agotamiento y la frustración. Por mi parte, yo prefiero reír, simplemente porque hay menos que limpiar después”.
Otras obras de Kurt Vonnegut:    
  • La pianola (Player Piano, 1952).
  • Las sirenas de Titán13 (The Sirens of Titan, 1959).
  • Madre Noche (Mother Night, 1961) (Altamente recomendable)
  • Cuna de gato (Cat's Cradle, 1963).
  • Dios le bendiga, Mr. Rosewater (God Bless You, Mr. Rosewater, o Pearls Before Swine, 1965)
  • Matadero cinco o La cruzada de los niños (Slaughterhouse-Five, o The Children's Crusade, 1969).
  • El desayuno de los campeones (Breakfast of Champions, o Goodbye, Blue Monday, 1973)
  • Payasadas o ¡Nunca más solo! (Slapstick or Lonesome No More) (1976)
  • Pájaro de celda (Jailbird, 1979)
  • Buena puntería / El francotirador (Deadeye Dick) (1982)
  • Galápagos14 (1985)
  • Barbazul (Bluebeard, 1987).
  • Birlibirloque (Hocus Pocus, 1990)
  • Timequake (1997)
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